Después de 1870, se produjo en el teatro del Río de la Plata un fenómeno singular: unificación de la corriente popular con la culta.
Durante el período político regido por Juan Manuel de Rosas, la actividad escénica tuvo su centro en el recién construido Teatro de la Victoria (1837), donde se asistió a una resurrección del repertorio español y al estreno de apropósitos dramáticos, alegorías y "saínetes federales", que como los de Pedro Lacasa, sirvieron fielmente los intereses del dictador argentino.
Junto a ellos, en una Montevideo sitiada y sensibilizada de sentimientos contrarios a Rosas, el poeta uruguayo Francisco Xavier de Acha estrena "Una víctima de Rosas".
Las consecuencias de Caseros, se vieron tempranamente reflejadas en el repertorio dramático rioplatense. En 1856, Heraclio Fajardo escribe en Montevideo "Camila 0'Gorman" y Pedro Echagüe (que había permanecido exilado en Bolivia) al regresar a Buenos Aires, hace representar su comedia en verso "Rosas y Urquiza en Palermo" (1856).
Sarmiento, que durante su permanencia en Chile, había predicado desde las páginas de "El Mercurio" de Santiago, la importancia social del teatro en el proceso educativo de los pueblos, llegándolo a declarar como un verdadero "foco de civilización", enfatizó en esta hora sobre el valor de temas americanos, que tradujesen la realidad de nuestros paisajes y de nuestra gente.
Paralelamente a la representación de obras españolas, francesas e italianas, empezó, junto con la producción de piezas nativas aferradas al modelo romántico europeo, el lento proceso de formación de una literatura dramática con particularidades nacionales.
En 1856, se conoce en Buenos Aires el drama histórico del poeta uruguayo Alejandro Magariños Cervantes: "Amor y Patria". Dos años después se representó en Montevideo el drama romántico de Pedro Pablo Bermúdez: "El Charrúa". De Bernabé De María se estrenó en Buenos Aires, su drama histórico "La América Libre" (1861). Antonio Díaz, iniciado con "La corona de espinas", dio a la escena un extenso repertorio. Entre otros autores uruguayos de este período hay que citar
a Gregorio Pérez Gomar, José Cándido Bustamante, Estanislao Pérez Nieto, destacándose del conjunto por la calidad de su obra Eduardo Gordon.
“La originalidad del teatro de Sánchez, con respecto a la anterior producción teatral en el Río de la Plata, consiste, fundamentalmente, en su realismo” ,anota Zum Felde.
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El presente volumen reúne las obras más representativas del teatro rioplatense y ofrece un panorama general de un ciclo dramático coherente y original dentro del teatro de América Latina que se extendió por más de medio siglo. Esta edición incluye las siguientes piezas:Juan Moreira, de Eduardo Gutiérrez y José Podestá; Calandria, de Martiniano Leguizamón; Los políticos, de Nemesio Trejo; Canillita y Barranca abajo, de Florencio Sánchez; Las de Barranco, de Gregorio de Laferrere; El león ciego, de Ernesto Herrera; Los escrushantes, de Alberto Vacarezza; La montaña de las brujas, de Julio Sánchez Gardel; Babilonia, de Armando Discépolo; y He visto a Dios, de Francisco Defilippis Novoa: